Cuando era pequeNa ibamos mucho con mis padres al bosque o a hacer rutas de montaNa. Siempre nos enseNaron a observar la naturaleza, respetandola - por ejemplo, nada de coger huevos de un nido ni molestar a los animales y siempre dejarlo todo como lo habiamos encontrado - y aprendiendo. Todavia me acuerdo del dia en que mi padre nos enseNo una
egagropila... Y asi quiero que crezca mi hija, observando y respetando. Cuando podemos vamos al bosque o a la playa y le enseNamos a observar y a veces recogemos "tesoros" para seguir mirandolos en casa; luego en casa preparamos las cajas (envases reutilizados) para guardarlos.
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Arriba esta la caja donde mete las cosas que encuentra en el bosque y le llaman la atencion (tras pasar mi censura, claro :-) ) : piNas, bellotas, hojas secas, plumas... Una de las piNas es un cono de sequoia. De vez en cuando las sacamos y hablamos de lo que hay dentro y recordamos cuando las cogimos y donde. La caja de abajo es una tarrina de queso para untar pintada en el que guarda las conchas que recoge cuando vamos a la playa. Una tradicion muy guapa en las playas de Belgica es que los niNos hacen flores de papel, las clavan en la arena y si quieres comprarlas las pagas con un puNado de conchas... | |
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Y aqui os pongo el cuento de Eduardo Galeano, en El libro de los abrazos, de donde viene el titulo de la entrada:
La función del arte
Diego no conocía la mar. El padre, Santiago Kovadloff, lo llevó a descubrirla. Viajaron al sur. Ella, la mar, estaba más allá de los altos médanos, esperando.
Cuando el niño y su padre alcanzaron por fin aquellas cumbres de arena, después de mucho caminar, la mar estalló ante sus ojos. Y fue tanta la inmensidad de la mar, y tanto su fulgor, que el niño se quedó mudo de hermosura.
Y cuando por fin consiguió hablar, temblando, tartamudeando, pidió a su padre: –¡Ayúdame a mirar!